Hoy celebramos el aniversario de la Fundación de la Congregación de las Hermanas Franciscanas Hijas de la Misericordia, y esto es motivo de gran alegría y gratitud por su trayectoria. Después de 168 años desde sus inicios, podemos decir con orgullo que su obra se mantiene viva y activa en diversos lugares del mundo, y uno de ellos nuestra ciudad, donde las Hermanas han tenido una presencia significativa. Esta longevidad no ha sido casual, ya que la Congregación se ha ido adaptando continuamente a las necesidades cambiantes de la sociedad, respondiendo con valentía y compromiso a las demandas de su tiempo. A lo largo de la historia, sus acciones y actividades han sido un claro reflejo de sus valores fundacionales y de sus objetivos humanitarios.

Un ejemplo concreto de esta labor constante son nuestras escuelas, que no solo velan por proporcionar una formación académica sólida, sino también por ofrecer una educación integral, poniendo especial énfasis en los valores humanos, el respeto y el cuidado de las personas; acogiendo con amor tanto al alumnado como a sus familias, y creando un ambiente de acompañamiento y apoyo continuo que contribuye al crecimiento personal de todos los que participan en ellas.

Las Hermanas Franciscanas Hijas de la Misericordia nacieron con el principal objetivo de responder a las necesidades sanitarias y educativas de los más pequeños y vulnerables de la sociedad. Con un espíritu de servicio incondicional y un profundo compromiso con los más desfavorecidos, trabajaron incansablemente para aliviar el sufrimiento de aquellos que se encontraban en situaciones más difíciles. Su labor era, y sigue siendo, restaurar la dignidad de estos niños y ofrecerles un futuro lleno de esperanza. Este legado, que perdura a lo largo del tiempo, sigue vivo gracias a la fuerza y firmeza de sus valores fundacionales.