La Cuaresma nos invita a un viaje interior, a adentrarnos en el desierto de nuestras reflexiones más profundas. El ayuno, no solo de alimentos sino también de distracciones, nos conecta con la esencia de nuestra existencia, marcando el inicio de una transformación personal. En el silencio de este periodo, encontramos el espacio para la introspección, un tiempo para escuchar nuestra propia voz y discernir nuestros valores.
La conversión cobra vida en estas semanas de preparación, donde nuestros corazones buscan un cambio genuino. Es una llamada a dejar atrás lo superfluo y abrazar lo esencial. La solidaridad, como pilar fundamental, nos recuerda que este camino no lo recorremos solos; nuestros actos y compromisos impactan en la comunidad que nos rodea.
En este periodo de reflexión y renovación, abracemos la llamada a vivir con mayor simplicidad, apreciando la riqueza de lo básico. Que esta Cuaresma sea un tiempo de crecimiento espiritual, donde el ayuno, el desierto, la conversión, el silencio y la solidaridad nos conduzcan a un renacer interior, preparándonos para la celebración renovada de la Pascua.