Sor Joaquina Teatino, in memoriam

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Sor Joaquina era una persona de trato fácil, alegre y dicharachera, pero con un firme carácter. El carácter que imprime una vida llena de sacrificio, alegría y dedicación a los más débiles y desfavorecidos.

Sor Joaquina Teatino nació en un pequeño pueblo de la Mancha, Albaladejo (Ciudad Real) y falleció el 21 de abril de 2020. Entregó su vida a la Congregación Franciscanas Hijas de la Misericordia, trabajando para los más pobres en Ciudad Real durante veinticuatro años en tres etapas distintas de su vida.

Sor Joaquina era una persona de trato fácil, alegre y dicharachera, pero con un firme carácter. El carácter que imprime una vida llena de sacrificio, alegría y dedicación a los más débiles y desfavorecidos.

Si preguntamos en el barrio, en la comunidad educativa o en la Parroquia por Sor Joaquina, todos dirán que la conocían y no encontraremos a nadie que no tenga una palabra bonita para ella o la recuerde con una sonrisa en los labios.

Yo la conocí en 1996, cuando era Madre Superiora y ejercía como profesora de Educación Infantil en el Colegio San Francisco de Asís de Ciudad Real, que pertenece a la Congregación. Ese mismo año empecé a trabajar en el Colegio y sor Joaquina y sor Petra fueron mis compañeras de etapa y, más tarde, se convirtieron en mis amigas. De ambas aprendí pedagogía y didáctica, pero sobre todo me enseñaron a conocer la escuela desde dentro, donde no son tan importantes los contenidos como los alumnos, las familias o los compañeros; en definitiva, aprendí a conocer a las personas. Y de este modo, como dos buenas compañeras, en una relación donde las palabras a veces sobran, pues una mirada basta saber cómo se siente la otra, nos convertimos en amigas y confidentes.

Nunca podré olvidar a sor Joaquina esas mañanas y tardes de recreo, sentadas al sol, mientras ella me contaba su vida: como disfrutó de su infancia en familia, de sus travesuras de juventud en las Feria de Valdepeñas, de su entrada en el convento y de sus idas y venidas a Albaladejo para visitar a la familia. A menudo recordaba su estancia en Bolivia y cómo ayudó a aquella gente; me hablaba de su modo de vida, tan diferente al nuestro. Y es que ella siempre se preocupaba por la gente, en el barrio lo saben bien. Siempre recordaré nuestras excursiones al Parque de Atracciones y sus miradas y risas en los interminables claustros, donde no paraba de gastar bromas, y que solía terminar diciendo: «Venga, vámonos, que es muy tarde».

A los sesenta años se jubiló de la educación, pero siguió trabajando en la Parroquia, en Cáritas y visitando a los enfermos, siempre al lado de los más necesitados.

En el año 2002, se marchó de Ciudad Real con lágrimas en los ojos y se incorporó a su nuevo destino sin protestar, porque las religiosas van donde más las necesitan, no importa el lugar. Me consta que le costó adaptarse a su nueva Casa, echaba de menos las sonrisas de los niños y su Parroquia. En 2008 volvió a Ciudad Real, sus fuerzas habían menguado y su salud era peor, pero siguió colaborando en la Parroquia, trabajando para los más pobres en Cáritas; visitaba a los enfermos y, siempre que podía, visitaba el colegio. En 2017, solicitó ingresar en la Comunidad de oración y descanso de Villanueva de la Congregación porque ya no se sentía con fuerzas. Fue allí, rodeada de sus hermanas, donde murió el 21 de abril 2020, dejando una honda tristeza en todas las personas que la conocimos y, en especial, en nuestra pequeña familia del Colegio San Francisco de Asís.

Querida sor, gracias por enseñarme que las pequeñas cosas pueden crear algo muy grande.

Descansa en paz, compañera.

Consolación Romero