La Pascua es el corazón de nuestra fe, el momento en que celebramos la resurrección de Jesús y su victoria sobre la muerte. Es el triunfo de la luz sobre la oscuridad, de la esperanza sobre el desánimo. La piedra del sepulcro ha sido retirada, y Cristo vivo nos invita a levantarnos con Él, a vivir plenamente, con el corazón lleno de alegría y renovación.
Celebrar la Pascua es celebrar la vida, porque Jesús ha resucitado y con Él también nosotros somos llamados a renacer. No es solo un recuerdo de un hecho pasado, sino una realidad que se hace presente en cada uno de nosotros. Resucitamos cuando amamos con generosidad, cuando perdonamos con sinceridad, cuando acogemos con ternura. Cada gesto de amor y cada acto de fe son una señal de que la vida nueva de Pascua late en nosotros.
La Pascua nos impulsa a ser testigos vivos de esta vida renovada. Nos invita a dejar atrás el miedo, la desesperanza y todo aquello que nos ata a la tristeza. Jesús resucitado nos muestra que el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra, sino que el amor y la misericordia de Dios siempre triunfan. Esta es la gran noticia que nos llena de esperanza y nos da fuerzas para continuar el camino.
¡Celebremos la Pascua, celebremos la vida! Seamos luz para los demás, alegría para quienes nos rodean y esperanza para quienes más lo necesitan. Que nuestra vida sea testimonio de esta resurrección que transforma y renueva. ¡Aleluya!