Durante los últimos meses, y de manera totalmente desprevenida, hemos vivido una experiencia compartida de conexión y soledad al mismo tiempo. Hemos sentido una nueva proximidad con nuestro núcleo de vida fundamental, con los que nos hemos sentido más cerca, mientras que hemos buscado recursos para estar “conectados” y superar la separación física del resto de seres queridos: familia, amigos, compañeros de trabajo. La “conexión” ha constituido un gran aprendizaje y por eso este es un tiempo propicio para analizarla; para entender cómo, sin muchas veces ser conscientes, nos hemos ido conectando con nosotros mismos, con los demás y con Dios, cada uno desde su realidad y opción de vida.
Este tiempo de confinamiento ha sido también de incertidumbre personal, social, laboral y económica. El hecho de no poder “controlar” ni siquiera nuestra capacidad de movimiento ha reforzado la manera en que confiamos. Confianza que no solo es personal, sino que ponemos también en los demás, en la naturaleza y en Dios.
Por ello, proponemos para el próximo curso este lema, que quiere ser una invitación a estar conectados y confiar. Conectados y confiados en tres dimensiones: con uno mismo (cuerpo, emoción, conciencia), con el exterior (otros, naturaleza, sociedad) y con Dios (el Dios de Jesús u otros dioses, trascendencia o espiritualidad).
En este curso 2020-2021 ejercitaremos el aprendizaje en estos dos valores humanos que se han convertido en fundamentales y lo haremos con la esperanza de que nos haga más fuertes y nos cohesione en todas nuestras facetas de vida, incluida la de grupo como comunidad educativa, la de nuestros claustros y la que formamos todos.